Lo que el cronopio redondo le dijo al cronopio plano.
Héctor D’Alessandro
El cronopio redondo le dijo al cronopio plano que si quería algo de él que supiera que debería demostrarle un interés, una cierta intensidad de sus intenciones, una muestra aunque sea mínima de amor, un amorcito digamos, chiquito y con bigotito , si no pudiera evitarse, pero que esa cosita chiquita y aplastada en el suelo debía dar una señal de voluntad, de teleología y si era posible de lucha.
¡Tenes que luchar por mi, carajo! ¡Tenés que hacer alguna puta cosa para que yo pueda entender de una vez para siempre que tu interés es verdadero!
El cronopio plano, que estaba especializado en pedagogía y si lo sacabas de esto naufragaba, le dijo que lo que pasaba es que estaban en un nivel de intercambio conceptual concreto y se manejaban con elementos del mundo conceptual abstracto.
El cronopio redondo, que no se andaba con hostias y se salía del pellejo de ganas de que pasara algo entre ellos, le dijo claramente:
¡Mirá Piaget! Te lo digo por última vez: o hacés algo por salvar lo que se pueda o te vas a enterar de lo que vale una batería de cocina metida pieza a pieza yo me sé por dónde!
Ante lo cual, el cronopio plano, que se puso, si cabe, más plano, respondió que por parte suya no tenía ningún problema en reubicar la comunicación en un marco (dijo “frame” y al cronopio redondo se le subió la bilirrubina a la cabeza, a tal grado que casi le arranca el cuajeringo, pero el otro continuó) ...concreto porque de este modo podían proporcionarse unos feedbacks que resultaran interesantes a los efectos de construir o, mejor, co-construir la interacción de que antes gozaban y así entrarían en un dinamismo no destructivo sino, muy por el contrario...
Y continuó así por un rato.
El cronopio redondo se tumbó en un sofá, apoyó la cabeza en la mano y soltó tal suspiro que el otro se calló en espera de alguna reacción verbal o alguna expresión manifiestamente constructiva.
Pero el cronopio redondo se aflojó y sintió una sensación de derrota que, como la lenta acción de un virus, daba paso al cansancio y la entrega.
No pensaba mencionarlo, dijo, pero cuanto te quiero...
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