miércoles, 14 de mayo de 2008

Dios está en la espalda. Héctor D'Alessandro

Dios está en la espalda. Héctor D'Alessandro


Los seres que rodeaban a Brahma polemizaban. ¿Dónde esconder el secreto, la llave de la Felicidad, el néctar de Dios, su presencia?

La conclusión final ya la conocen los iniciados: dentro del mismo hombre. Ultimo lugar donde se le ocurriría buscar.

Los antiguos maestros, que escuchaban el cuerpo, sus sensaciones interiores y poseían la inquietud por el conocimiento, tuvieron un atisbo. Se encuentra escrito en vastos tratados depositados en Tokio.

Un día descubrieron que ante el frío la humanidad levantaba presurosa el cuello del abrigo protegiéndose la nuca. Una noche Deng Ping descubrió que por un hueco a sus espaldas se le colaba subrepticialmente un espíritu maligno. Justamente en el punto donde se encuentra el "Vishuddha Chakra". No lo dudó, de un brinco, se parapetó tras unas cortinas y envió, al espíritu, de un golpe bien propinado con un palote al mundo de donde no debió salir jamás.

Aún agitado, pensó que del mismo modo que entraba podía salir, por aquella oquedad espiritual, la infinita legión de seres que pueblan el éter.

Aún le faltaba un paso mental –y no lo dio porque estaba prefijado que él no lo hiciera–.

Recién en el siglo XIX Giovanni Lassaute, un salermitano perdido en Pakistán vino a dejar constancia documental y pública en occidente por primera vez –ya se había descubierto en 25 ocasiones anónimas– de que el portal que se abre a nuestras espaldas es nuestra comunicación con lo espiritual; ergo, con Dios.

El Vishuddha Chakra, dice aquel incongruente mercenario italiano entregado sorpresivamente a la elevación espiritual a sus cuarenta años (hecho que cambiaría radicalmente su vida), es la puerta, el vaso comunicante con lo más elevado. "Sucede, dice, que como este chakra, centro energético del cuerpo, gobierna también, con toda su soberanía, sobre la comunicación del hombre con sus congéneres en sociedad, al abrirse este centro en toda su plenitud, el hombre se torna locuaz y se olvida de sí mismo y del cuidado de su cuerpo, lo que equivale a decir que olvida a Dios."

Y termina graciosa y sorpresivamente, el salermitano que descubrió el secreto de Brahma por vigésimo sexta ocasión en la historia de todas las esferas (primera ocasión pública) diciendo:

"Comenzamos a cargar una giba, la joroba de nuestras preocupaciones montada a nuestras espaldas como un doloroso peso sobrehumano. Nos cerramos a lo luminoso y éste en lugar de ser el aliento que nos empuja, se convierte en la mochila que nos sofoca. A partir del día de hoy, 26 de noviembre de 1876, el mundo debe saber que si nos mostramos ciegos a lo divino es porque Dios está en la espalda."

Hallado en Francfort, en la biblioteca del barrio de Boehme, entre unos documentos destinados a la quema, en 1937.

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