sábado, 21 de junio de 2008

Conjuras de necios. Héctor D'Alessandro

Conjuras de necios. Héctor D’Alessandro

Todo comienza una tarde de sábado en que el idiota que vive centrado en sí mismo está tumbado en su casa con la puerta ventana de su dormitorio entreabierta y oye una música no tan lejana a cuyo ritmo se entrega una multitud, llena de belleza y ambición, con los movimientos y las cadencias más actuales.

Él tiene ganas de ir a mear y, al levantarse, los ve allí, en el jardín, todos ajetreados.

Cuando asoma su adormilada cara, bella y ambiciosa, por la rendija que deja la puerta ventana, de inmediato algunas cabezas comienzas a girarse y cuando la chica, una rica heredera, bronceada y adormecida que cultiva una progresiva diabetes lo ve, el acompañante de la misma, un chico bronceado con el pelo brillante, los ojos duros y la boca dulce, se vuelve repentinamente inquieto. Mira a la chica, mira al chico, calcula la onda de comunicación vibracional que se ha establecido entre ellos y determina que sobrepasa los niveles admisibles y respetables para la salud de su propio corazón. En consecuencia, lleno de stress, estruja algo carente de importancia entre sus manos dentro de sus bolsillos a la moda, pero para la chica distraída que cultiva su diabetes sólo tiene amables sonrisas llenas, en el fondo, de un odio que ella no conoce ni puede ver.

Todo comienza así, de este sencillo modo.

Se trata de una suerte de conjura de necios.

Más frecuente de los que se piensa. Sucede siguiendo unas pautas más o menos regulares. Los más idiotas creen que alguien los amenaza, se conjuran contra el pacífico durmiente de siestas que no tiene ningún interés ni motivo para conseguir aquello que ellos tanto valoran.

Acaban metiéndolo, contra su voluntad, en el asunto, y sus propios miedos y paranoias colectivos le conducen a la involuntaria victoria.

Esto excita los nervios adormecidos de cualquier chica aunque haya pasado una vida aburrida entregada a las obras de beneficencia y al cultivo dosificado y progresivo de la diabetes.

La conjura posee estos elementos. Uno o mas idiotas centrados en lo que hacen los otros y en interpretar de un modo negativo todos los pasos de esos otros. Un idiota autocentrado, -con lo cual ya empieza a mostrar un poquito de sabiduría. Y una chica o algún otro tipo de persona que no muestra su juego.

En este caso, el idiota autocentrado, se metió la mano dentro del enorme pantalón para rascarse ciertas zonas y con la otra se restregó los cabellos mientras con el cerebro intentaba discernir si toda aquella gente elegante y que tan bien olía, ágil, ambiciosa y bella tenía algo que ver con él, pero antes de que pudiera llegar a algún tipo de conclusión, la chica que no mostraba su juego ya se había acercado y orbitaba a su alrededor. No era una chica muy original ni vanguardista, porque le dijo ¿nos conocemos? Y el idiota autocentrado se tomó la pregunta en serio, con lo cual se sumió en una mar oscuro de elucubraciones que a ella le hicieron pensar “es monísimo, me lo comería, mira cómo se rasca la cabecita.” Mientras, el danzarín acompañante de la chica, plantificado en el enorme jardín, muy próximo a la piscina, craneaba escenas de apuñalamiento y envenenamiento masivo, venganzas horripilantes, arañazos vengativos y palizas descomunales. Las ondas vibratorias de sus pensamientos lo conmovían hasta la raíz del cabello y el vaso verde con una bebida fucsia estalló en su mano morada manchándole de paso la camisa rosa de rayas blancas.

Esto hizo que la futura diabética girara su enorme culo y lo mirara a los ojos y al verlo conmocionado le preguntara ¿qué te sucede cariño, te sientes bien, quieres sentarte? Serie de preguntas que ofendieron aun más al danzarín centrado en los otros y le hicieron pensar que la culona diabética era una bruja despiadada y sádica pero se contuvo, él creyó que con gran inteligencia, para decir que no, que nada, que por favor, y en el fondo se cagaba en ella porque pensaba “me trata como a un anciano, ¿qué se piensa?”

A todo esto, el idiota autocentrado dormidor de siestas, al ver aquel culo se imagina perspectivas muy amables y sin saber que ella ya está en la senda de su destino piensa cosas como “quién pudiera” o “si yo la tuviera a tiro”.

Su lúbrica mirada es transparente y el idiota centrado en los otros siente que el calor que sale de su cuerpo le seca por completo la brillantina de su cabeza. Le parece, incluso, sentir el aroma a chamusquina de aquel producto derivado del petróleo. Pero decide que a él nadie le verá sufrir, qué va, en la vida, no les dará esa satisfacción, antes muerto.

Su mirada está dirigida de un modo tan claro en dirección al despeinado dormidor que la chica se gira, y al hacerlo, vuelve a ver el delicioso contenido de sus circunstanciales sueños.

Su sonrisa se deshace en una suerte de baba gelatinosa.

En este momento el idiota amargado dice que ahora vuelve, tiene que retirarse al lavabo, pero es un repliegue táctico, va a ver qué puede hacer porque esto ha pasado de castaño a oscuro.

La chica pregunta de un modo formulario ¿te las podrás arreglar sin mi, ¿cariñín?

Y aquel “cariñín” al idiota amargado centrado en los otros, le parece un nauseabundo revulsivo.

Ella se va en dirección al chico “monísimo” que al verla venir siente un poco de miedo, piensa “¿esa tipa estará enfadada conmigo?" No entiende porqué debería estarlo pero igual siente miedo y para aligerarlo se hace un chiste a sí mismo, un método de su propia invención que suele utuilizar con frecuencia en situaciones temerarias como aquella. Se dice a sí mismo “a ver, tío, si ahora te da un culazo” y a continuación ríe para sí “jo, jo, jo” y comenta, centrado en sí mismo “¡qué flipe la vida! ¡pa alucinar, de verdad!”

Ella, la rica herededa y futura diabética, piensa “pero cómo puede tener esa carita tan dulce... y cómo se hace el que no se entera, ¿será posible? Me lo voy a comer todito”

El durmiente de siestas la ve acercarse y le hace acordar en su progresivo acercamiento a aquella ocasión en que cruzaba una autopista y un coche venía de frente pero el no sabía si tenía que tirar para la derecha o para la izquierda, ¡qué flipe! Y se quedó quieto y todos saben que aquello fue un viaje impresionante, que el coche le pasó zumbando y todo eso, pero bueno ya lo saben todos eso... en fin...

Sólo que ahora el camión se le plantó delante y le dijo ¿qué, me dejas pasar? Y él pensó “esta tía debe saber que tengo aquello tan rico para viajar que ayer me trajo el Berto. Bueno, que le vamos a hacer.”

Y la deja pasar.

(Borges dice que la vida de un hombre está toda resumida en un momento, ¡que flipe! ¿no? Pues yo no soy quién para negarlo y menos con evidencias a la vista. Tal vez influido por las multiples lecturas de los interaccionistas simbólicos y también, porqué no, por las comedias de "nerds", he compuesto esta trama verdadera que me fue confiada por Amelia Haedo durante la toma de posesión de un presidente bastante aburrido de nuestro país.) ¿Cómo continúa la historia? Bien, el caso es que la chica heredera de la futura diabetes se sale con la suya y logra enamorarse furibundamente de aquel chico descuidado y amante de las siestas alucinógenas. Con el paso del tiempo, va corroyendo sus neuronas y le contagia sus gustos por la moda, según ella, “más exigente”; en fin, que lo convierte en un triunfador.

¿El danzarín? Ah, en cada reunión que podía recalcaba a quien quisiera oírlo que, si no hubiera sido por él, aquella pareja estupenda y maravillosa, jamás habría logrado conocerse.

: , , ,





No hay comentarios:

Comparte, citando la fuente, todo aquello que te guste, recomienda estos contenidos, comunícate

Todos los derechos están protegidos mediante Safe Creative.

Excelencia creativa en Coaching para Escribir.

o al
2281 78 07 00 (de México)