lunes, 26 de septiembre de 2011

Vientre ausente. Héctor D'Alessandro

Salí de adolescente con una chica que un día me presentó a su hermana mayor y yo pensé: "esta no es la hermana, es la madre" y cuando estaba cerca de ellas, sentía sobre mis hombros la mirada acuchillante de su hermana. Un día, en su casa, mientras mi novia estudiaba, me puse a mirar el carnet de la mutualista de su mamá y descubrí que habiendo nacido mi novia en 1963, a su madre le había extirpado la matriz en 1957. ¿Cómo hizo tu mamá para concebirte? Este descubrimiento nos tuvo durante meses en una suerte de espera silenciosa, y un día quedó embarazada, yo no tenía dinero para un aborto, pero un cuñado suyo era hijo de un médico abortista famoso. Fui a ver a su cuñado para pedirle ayuda y me salió con una especie de moralina, sin sentirme ofendido en lo más mínimo jugué mis cartas. "No creo que tengan nada que decirme en esta familia acostumbrada a guardar secretos abortivos". ¿Qué quieres decir? Se lo expliqué, y a partir de aquel momento, esa familia empezó a desmoronarse un poco. Su hermana, puesta al descubierto, empezó a mirarme con cierto desprecio y odio. La verdad es que empezaban a llenarle la cabeza a mi novia con la peor de las versiones acerca de mi persona, y a mí no me venía mal, nunca fui hipócrita, nunca me mentí a mi mismo y he aceptado lo que sucede como un resultado en el cual a nadie puedo culpar sino que es "mi" resultado, pensé y sentí que aquella historia de amor había terminado. Recuerdo la noche que rompimos, ella se quedó llorando y yo me alejé caminando por una calle del Parque Batlle de la cual todo el mundo temía porque andaba suelto un violador procedente de un circo mexicano próximo que violaba enfermeras arrancándoles los pezones con una navaja. Yo tenía un amigo gay que había ido toda la vida conmigo al colegio que andaba esas noches por esa calle oscura, loco de ganas de que el violador aquel lo atacara, él era muy fuerte y confiaba en ser atacado sin resultado de daño. Esa noche lo ví allí dando su vuelta y yo me alejé triste porque ya no tenía novia y emocionado y extraño porque esa suerte de intuición pasmosa que había estado presente durante toda aquella relación me hablada de mi más secreta vocación.
Héctor D'Alessandro

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