Cuando trabajas con un cliente sabes que estás haciendo una alianza. Una alianza tan poderosa como cualquier otro contrato: de matrimonio, laboral o societal, pongamos por caso. Lo que en este como en cualquier otro debemos realmente "percibir" con mucha consciencia. Fíjense que Watzlawick y Nardone llegaron a cifrar hasta cuatro tipos de cliente desde el punto de vista de la colaboración, elemento central de una alianza.
1. Es la persona colaboradora. Desde el comienzo, dicen esos autores, no es antagonista. No invalida el proceso. Está altamente motivada para cambiar. Y posee recursos cognitivos para superar su situación.
2. Son aquellas personas que quisieran colaborar pero son incapaces de hacerlo. suelen ser personas que están muy motivadas para cambiar y les resulta totalmente imposible poner en práctica las recomendaciones para hacerlo. Están atrapadas en una rígida percepción de la realidad. Ellas mismas consideran que deberían hacer ese cambio que tanto quieren.
3. Personas no colaboradoras y abiertamente opuestas. Son clientes que invalidan el proceso. Protestan. Y dejan de seguir deliberadamente nuestras instrucciones.
4. Personas que no son capaces de colaborar ni de oponerse. Son personas cuya "narrativa" personal está totalmente fuera de cualquier sentido razonable de la realidad.
En todos los casos y partiendo de la base de que el paso inicial de concurrir a consultarte lo ha dado el cliente, ésta es la realidad y con eso se trabaja obteniendo resultados exitosos con todos los tipos de clientes.
Si quienes hacemos coaching partimos así hacia la realidad de una alianza, la conciencia debería entrar ya en otros ámbitos de la vida donde vamos como si todavía fuéramos maquinitas newtonianas con horarios y comportamientos fijos.
En ésta como en tantas otras áreas vitales, hay que ir más allá. Y un coach debe ser el ejemplo, como en su dia los fueron los lideres de los coven druídicos, de que ha ido más allá.
Héctor D'Alessandro
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