domingo, 4 de septiembre de 2011

El pago diferido. Héctor D'Alessandro


Cierta vez vino a verme un hombre al que le faltaban dos dedos, esto fue lo primero que ví, porque nada más entrar en la consulta empezó a agitar las manos y a mostrarlas como si quisiera decirme que las tenía limpias. Al hablar decía "vamos a ver si podemos librarnos de toda esta angustia y ser felices de una vez".
Le pregunté a quiénes se refería cuando decía "nosotros", y él se abocó a una indagación extensa y profunda, hasta que dijo: "supongo que es una expresión habitual que uso sin darme cuenta y que viene seguro de mi familia".
Bien, pero aquí está sólo usted, ¿de acuerdo?
Sí. 
¿Qué le pasó en las manos?
Detuvo repentinamente el movimiento se quedó absorto mirándose las manos como si fuera la primera vez que las veía en la vida y con la boca abierta se miraba las plamas y a mi, a las palmas y a mi.
Algo se había conectado en su cerebro, porque su respueta fue: "usted es muy bueno".
¿Qué le pasó en las manos?
El hombre estaba en silencio.
Así permaneció un tiempo muy, muy largo.
Bueno, lo preguntaré de otro modo: ¿Qué os pasó en las manos?
Él se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar.
¿Qué está pasando? le pegunté.
El hombre dijo: "He pagado con mis dedos un robo que hizo mi familia. Estoy pagando la culpa. Ahora lo veo claro. Ellos robaron algo muy importante y gracias a eso yo pude vivir tranquilo hasta ser adulto. nunca lo había visto tan claro como en este momento".
Y usted ¿cómo se encuentra ahora?
Liberado.
Y eso está bien para usted.
Y tanto que está bien, ya estaba con el miedo a perder pronto un nuevo dedo. Era como si se acercara la fecha. Es que los pierdo en accidentes pero la sensación que tengo es la de que lo hago a propósito.

No hay comentarios:

Comparte, citando la fuente, todo aquello que te guste, recomienda estos contenidos, comunícate

Todos los derechos están protegidos mediante Safe Creative.

Excelencia creativa en Coaching para Escribir.

o al
2281 78 07 00 (de México)