Ejercicio para hacer en casa. Para coger confianza. Serendipity
Héctor D'Alessandro
Serendipity, término ingles que sirve para definir a los descubrimientos hechos por casualidad. Lo acuñó Horace Walpole, el escritor gótico autor de El Castillo de Otranto.
La serendipia, como ahora dicen los castellanos que no pueden pronunciar inglés y ahorman todos los idiomas a la forma de su garganta, es un hecho cotidiano
A mi me pasa dos por tres, a tí también, todo está en notarlo.
Ahora os propongo un ejercicio para hacer en casa. De esos para que uno le vaya cogiendo confianza al instructor o al coach. De esos de profecía autocumplida.
Os voy a contar lo fácil que descubrí esto, resulta que hace ya más de nueve años que practico pensamiento lateral asociado a la respiración consciente y la meditación. Parece mentira, uno va haciendo cosas y estas se convierten en nuevos hábitos agradables y un día explosionan en resultados.
Bien, resulta que un día, en clase, un profesor nos dió un texto de Pío Baroja, versión original y tres variantes que él le aplicaba. Y no me digan porqué pero en ese momento supe que efectivamente la primera era la de Baroja y que la tercera era la más bonita desde el punto de vista auditivo, el profesor era poeta y su preferencia por ésta tercera versión se puede entender, pero supe que la primera, que era la verdaderamente escrita por Baroja, era la “correcta” porque las palabras estaban dispuestas para que “algo acabara” y "dejara una cierta atmósfera flotando en el ambiente". Era el final de un capítulo.
Fue entonces que me puse a observar los cuatro textos hasta descubrir la clave de mi intuición no razonada. Dicho de otro modo: cual era el razonamiento oculto que estaba detrás de mi primer vistazo.
La de Baroja acababa en adjetivos. Las otras tres acababan en sustantivos y verbos.
Ahora os propongo algo que espero sea tan agradable descubrirlo como lo fue para mi. Vayan abriendo al azar cualquier libro de un autor de calidad, cuento o novela, da igual. Lo que importa es la calidad: Tolstoi, Flaubert, Hemingway, Fitzgerald, cualquiera sirve. Observen cómo acaban los párrafos de los capítulos, dónde están ubicados los adjetivos, dónde los sustantivos y donde los verbos, observen cómo acaban los capítulos y lo mismo: dónde están ubicados los adjetivos, los verbos y los sustantivos.
El adjetivo al final de párrafo o capítulo e incluso a final de frase abre el torrente de palabras y su flujo a demasiadas posibilidades, funciona como la paradoja entre las figuras retóricas, abre un interrogante y deja al lector pensando. Le cuesta volver a retomar el hilo de la lectura. El sustantivo permite la conectividad entre frases, entre párrafos y entre capítulos con mayor facilidad siempre que no se trate de un concepto de significación flotante que deje al lector pensando cosas como “bien, ¿pero el autor se refiere a la libertad en términos kantianos o hegelianos?” El verbo es un conector extraordinario entre frases, entre párrafos y entre capítulos. Si cierra capítulo o novela lo cierra de verdad o, según cómo esté conjugado, lo hace con tibieza o con blandura, pero en todo caso lo mejor para cerrar es un marco y una puerta, de preferencia con una cerradura. Y una llave.
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