Con la excusa de que Helena había sido raptada, los tirios iniciaron una demoledora guerra que duró una década. Homero que era crédulo además de ciego lo consignó en versos. Hoy sabemos que todo era una mentira. Porque hoy día somos más sabios, más generosos, más pacíficos y sobre todo más sinceros. Los aqueos no querían a Helena, ni siquiera Aquiles, quien se mostró extrañamente interesado y activo en el asunto aunque no se tratara de su esposa. Al fin destruyeron Troya en lugar de conquistarla y aquello que realmente iban a buscar se les disolvió entre los dedos como un sueño. Esta historia debería servirnos de ejemplo a nosotros, que cada día nos mostramos más ciegos y menos homéricos y además tropezamos dos y más veces con la misma Troya.
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