"El nivel de creencias llega incluso hasta el nombre que le damos a lo que pensamos que sentimos; si yo te pregunto a bocajarro qué sientes, de inmediato empezarás a buscar (y seguramente encontrarás) un nombre para eso que parece suceder y eso, que solo es una vibración de algún tipo, empieza a variar y a deformarse según el nombre que acabas de ponerle; comienzas a mentirte y comienzas a mentirle a tu entorno. ¿Te das cuenta de que cuando ríes y disfrutas con autenticidad ni siquiera hay un nombre para eso y si alguien te preguntara por el origen de tanta jocosidad y felicidad, no sabrías qué decir? ¿Te das cuenta de que lo mismo sucede cuando el dolor es auténtico? Sobran, en ese momento las palabras; es que las palabras sobran casi siempre. La falsa necesidad de "tener que utilizarlas" es la peor de las creencias, aunque se trate al tiempo de una creencia interesante".
Héctor D'Alessandro
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