Una vez más y como en casi todo, lo que nos impide juzgar algo, en este caso que escojo, un texto literario, son justamente las creencias previas. La primera: que tenemos realmente que decir algo, la segunda: que ese algo puede ser dicho, la tercera: que ese algo lo dice alguien (algún centro activo dentro de nosotros mismos que nos pertenece), la cuarta: que vamos a conmocionar en algún sentido a la superficie del texto cuando en realidad lo más probable es que estemos rebotando con nuestras palabras sobre una superficie tramposa tendida por nuestra propia interpretación. Seguiré en otro momento, con esto alcanza para saber que hay presos que no saben que lo están.
Héctor D'Alessandro
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