Un amigo mío judío quería emigrar a Israel, no hacer el servicio militar y,además, que le pagaran el pasaje del avión, me pidió asesoramiento sobre qué decían los manuales de psicología para saber cómo hacerse el loco. Al fin se buscó la vida muy bien él solo, tuvo la suerte de que le hicieran el test de Roscharch, aquel test en el que ante unas manchas de tinta, el subordinado cliente debe declarar para ser declarado normal: veo un murciélago, veo un águila que vuela hacia mi y me va a atapar, veo una mariposa clavada con una alfiler, veo la capa de un bandido.
Mi amigo, algo fatigado de todas las pruebas que llevaba hechas, sintió que el demonio de la viveza criolla le dictaba las palabras adecuadas:
"Veo una mancha de tinta".
"¿Qué? ¡No! ¿Cómo que una mancha de tinta? Tiene que ver algo más.
"No, yo veo una mancha de tinta.
Probaron con todas las otras láminas del test de Roscharch y ante todas y cada una de éllas, mi amigo declaró: "Veo otra mancha de tinta".
Al fin, salió con un diagnóstico peliagudo de psicótico peligroso que de ningún modo podía portar armas y el estado israelí le pagó el pasaje de avión.
Héctor D'Alessandro
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