Sexo a
muerte.
Héctor
D’Alessandro
Cada vez
que alguien murió en mi familia o entre mis allegados más queridos, me entregué
al sexo.
Cuando
murió mi madre me fui a una fiesta y me entregué a una actividad sexual
obsesiva. Cuando murió mi padre lo mismo. Cuando murió mi hermano, igual.
Cuando se suicidó mi mejor amigo, otra vez los mismo. Cuando se murió una amiga
en mi nuevo país, otra vez igual.
No mucha
gente lo sabe y son pocos los que lo confiesan. Algunas personas hemos
encontrado como respuesta biológica ante la muerte incrementar de manera
compulsiva la actividad sexual. Los seres humanos tenemos varias respuestas
automáticas ante el fenómeno de la muerte. Sobre todo cuando se trata de la
muerte de personas cercanas y queridas. El proceso de duelo posee diferentes
etapas en las cuales puede uno quedarse atascado interrumpiendo el duelo. Un
fenómeno que tratan las constelaciones familiares, y que la Biodescodificación
llama fenómeno de “la cripta” o “fiestamanía”, y que James G. Ballard toca en su libro
“La bondad de las mujeres”, es el de la interrupción del duelo entregándose al placer sexual. (Quienes viven esta experiencia no la comentan por el peso de la culpa social.)
Antes
dije que no todos lo confiesan y me refiero en concreto a una de las posibles
respuestas humanas ante el fenómeno de la muerte; entendiendo “muerte” como un
proceso más amplio que la mera perdida física; puede abarcar incluso el
abandono de una relación, el fin de un trabajo, un cambio radical de domicilio
o de país; todas esas muertes implican en mayor o menor grado un cierto duelo y
las personas los enfocan de diferente manera.
En mi
caso la respuesta, igual que la de Ballard, fue zambullirme y ahogarme en sexo.
Me pasé así veinte años de mi vida teniendo sexo casi a diario de manera
compulsiva. (Lo que no quiere decir que no disfrutara, en ese caso seria un
idiota. ni quiere decir tampoco que siempre sufriera, seria doblemente idiota;
pero el resultado general de mi actividad y con las personas con que tuve
relación que mas "activaban" mi caso era este que más adelante
describo como de "vacío" desesperante.)
Mi
pensamiento secreto e inconfesable era que si no tenía sexo moriría.
Con
algunas parejas, esto era más acucioso, algunas realmente vivían la misma
experiencia que yo. Estuve con una chica que acababa de tener pérdidas muy
dolorosas en su familia, de hecho, aunque parezca irónico, nos conocimos en un
cementerio.
Con ella
este pensamiento y esta sensación fueron mucho más allá.
No sólo
imaginaba que si no tenía sexo, moriría, sino que con ella tenía la convicción de que
durante la relación íntima ella me mataría; y lo más fuerte es que ese
pensamiento me excitaba.
A
ella sí que pude confesarle que tenía la convicción de que haciendo el amor con
ella un día me mataría y que este pensamiento me excitaba mucho, ella se enfadó
y se volvió sombría durante unos días, pero luego me confesó que a ella le
estaba pasando lo mismo. Que pensaba que yo acabaría matándola y que esto la
excitaba.
Recuerdo
una de las muertes que más de cerca viví en mi familia; al día siguiente me fui
a una fiesta orgiástica que duró tres días.
En esos
días vi un documental que parecía venir a darme la razón, en ese video se decía
que las especies animales a veces durante periodos de muerte como la guerra se
activa el instinto de supervivencia y tienen más hijos que nunca; la conciencia
de la especie toma el mando por encima de la conciencia del individuo.
Lo que no
sabía es que como afirma la experiencia recogida por la Biodescodificación de
ese modo se bloquea el duelo, desviando el sentimiento doloroso que se está
experimentando hacia un sentimiento placentero digamos sustitutivo, de ese modo
y esto no lo dice la biodescodificación, se establece una impronta que hace que
cada vez que te vuelvas a encontrar ante el dolor optes por el sexo; pero no
por el sexo como placer sino como placer sustitutivo.
¿Cómo supe que era un placer sustitutivo o bloqueador de un dolor escondido?
Porque experimenté un vacío suicida luego del amor sexual; un vacío tan
desesperante que me producía una sensación y el deseo de arrancarme la piel a
tiras para poder sentir algo dentro de mí, no lograba sentir. Esa es la imagen
que mejor ilustra la sensación: uno tiene ganas de arrancarse la piel, darse un
golpe, golpear algo, gritar y eso que está allí dentro desespera más incluso
porque no puede salir; y nunca podrá salir porque en realidad no se trata de
algo que deba salir sino de algo que debe entrar y hay en medio una pared que
debe suavizarse para que entre el amor, la calidez del cariño.
Esto
explica el porqué de que aquella chica con quien tanto terror nos hicimos pasar
mutuamente fuera al tiempo el comienzo de mi sanación; y comenzó el día en que
ella me dijo:
Ojalá sintieras mi amor como yo siento el tuyo.
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