El
terrorista líquido.
Héctor
D’Alessandro.
Bernaldo
Cassen, natural de Barcelona y terrorista líquido, llegó a la sucursal bancaria
del Banco Popular a una hora en la que había sólo dos clientes, y estos,
además, estaban en la parte externa de la oficina, donde está el cajero; dado
que lo conocían desde hacía años y tratándose del famoso filósofo, lo
recibieron, como casi siempre, media docena de simpáticas sonrisas. Contaba con
esto. Nada más entrar se dirigió al asiento libre en el escritorio de su
empleado favorito, aquel que siempre le había hecho la pelota cada vez que
necesitaba de él que gastara más en algún nuevo “servicio financiero” y había
fingido una calibrada simpatía lo más parecida a la amistad pero sin que
llegara a realizarse como tal –nunca habían quedado para cenar juntos o con sus
familias ni se habían invitado a la casa de la playa.
Y eso que Bernaldo había planteado la
posibilidad de que esta amistad se desarrollara por buenos andariveles,
invitando al empleado —“al puto empleado de mierda”— del banco a tomar una copa
y pasarse por su despacho, pero éste no había querido; en lenguaje sólido
“había declinado la invitación”. Bernaldo era nacido en Barcelona pero se había
criado en las Antillas y tras un posgrado
en estructuralismo filosófico en la ciudad, había decidido al fin quedarse,
había decidido incluso sentirse muy posmoderno. Pero la sólida y chabacana
ciudad le había respondido, luego de treinta y cinco años viviendo en ella, con
una cepillada de sus ahorros del plan de pensiones — ¡60 mil euros!—. Maldita
la hora en que escuchó a aquel puto sirviente bancario que lo había llamado a una
hora lo suficientemente temprana como para encontrarlo por completo
desprevenido. (“Seguro que eso también lo tienen estudiado, hasta la hora a la
cual llamar al pringado de cliente, para engancharlo con mayor sutileza y
profundidad en la estocada”.) Había en aquel banco una enano asqueante que
caminaba muy erguido y lo habían puesto allí para que hiciera de verdugo de los
empleados antiguos. Venía a enseñarles como se hace una venta (“Cómo se le
“encoloma” un producto a un cliente, “joder”, así hablaban esos gusanos, “porque
en definitiva si el cliente estuviera en tu sitio también te lo haría, te
jodería”, éste era el discurso de entrenamiento en ventas que les daba ese
banco y otros bancos, comprobado, a sus empleados.)
El caso es que el muy cabrón me llamó
temprano en la mañana y me dijo que teníamos que ver algo del plan de
pensiones, y dado cómo está el tema, fui a verlo, como confiaba en él, entendí
que mi fondo de 60 mil acumulados de los últimos 35 años corría riesgos tal y
como estaba y que lo mejor que podía hacer era cambiarlo a otro sistema o plan,
y confiando en él, así lo hice.
Con la triste y exasperante consecuencia de
que empecé a perder miles de euros por semana, hasta quedarme sin nada de esos
ahorros tan preciados. Fui a verlo y a hablar seriamente y me miró con esa cara
de gilipollas que ponen los estafadores españoles que sólo te dejan la
oportunidad de meterles una trompada o de volarles la cabeza con un rifle. Me miraba
con cara “lo siento mucho pero yo no puedo hacer nada”, y fue en ese momento
que en mi mente, pensó Bernaldo, lo ví muerto, definitivamente muerto, con la
cabeza volada en mil pedazos de un buen tiro en la cabeza, la sociedad del
espectáculo, Guy Debord, Deleuze, Derrida, Fuocault y Bauman pasaron por mi
mente en un instante y dado mi prestigio en la ciudad en varias universidades
americanas, así como mi amistad personal con diversos gobiernos a lo largo y
ancho del mundo a los que había asesorado, fue que pensé, nada, un atentado
líquido, un atentado de intelectual, amparado además en mi edad ya cercana a la
inimputabilidad, de los que la sociedad bien pensante perdonará ipso facto y me
buscarán la manera de darme pasaporte a un sitio lejano de España y de las
rejas.
Así fue que Bernaldo comenzó a organizarse su
discurso, no fue un discurso reivindicativo, género más bien propio de la era
sólida, éste era un discurso autoanalítico, es decir autodiluyente.
Por definición, se decía a sí mismo, un
atentado de la era líquida procedente de un conspicuo integrante de la
“inteligentsia”, y sobre todo en un país de imbéciles como España, tenía que
ser algo no sólo evanescente sino además very fast y, por encima de todo, no
una suerte de venganza personal sino lo más impersonal que pudiera darse. Sí,
ahí estaba el quid de la cuestión, podía imaginarlo: “en la era líquida el
terrorista lleva la impersonalidad de su acto casi a un grado de accesis, pero
más que accesis, un estado propio de la literatura de la era sólida, una
canalización, una canalización de las voces procedentes del mismo destino de la
especie. Un acto de terrorismo sistémico, de causalidad circular, yo tiro
porque me toca. No pongo en juego mi personalidad en la que no creo sino que
participo en mi momento en un proceso energético.
La prensa para marujonas asustadizas y analfabetos de toda clase, como "El Periódico",
lo presentaría a pesar de los pesares como la acción de un loco, quizás
salieran con aquello de “locura momentánea” y seguro que la prensa conservadora
aprovecharía para intentar darle carpetazo a los movimientos de indignación.
Eso es fácil: ven a dónde conducen los excesos, se comienza dando una calada y
se acaba yonqui, algo así. Para cerebros esclerosados.
Estos aspectos los pensó y los barajó de
muchísimas maneras y una vez los hubo dilucidado en su mente, ya no volvieron a
estorbar, menos aún delante del empleado
gordo. Lo saludó, le dio los buenos días, sacó una de las armas que había
podido entrar al banco gracias a la vieja amistad que ahora los iba a separar
para siempre cuando el mundo conocería al primer terrorista líquido, le dijo
más o menos “mira chico podría
explicártelo pero creo que tu cerebro lleno de gases intestinales jamás podría comprenderlo,
así que solo pasarás un fugaz terror: este”, y le metió el primer balazo en el
punto del tercer ojo, eso podría ser tomado por la prensa como una suerte de
simbolismo, él había ido al ashram de Osho en la India junto con Peter
Sloterdij. El puto gordo inútil la palmó (vaya, pensó, cómo ha regresado a mi
vida y mi cerebro este lenguaje despectivo y de clase media baja española en
estas horas de intensidad) se cayó de culo, de espaldas, con una cara de pasmo
que le quedó grabada para el más allá. A continuación apuntó a la puerta y le
disparó a una vendedor repugnante que ya se acercaba para huir, corriendo, y
gritó, el siguiente que se acerque ya lo sabe. Todos al suelo. Se giró y voló
la oficina con aspecto de incubadora donde yacía aterrado, por no decir, cagado
de miedo, el joven tirapedos de gerente de la sucursal, le apuntó al hombro y
de un tiro se lo arrancó literalmente, lo que le hacía proferir gritos
desgarradores al gerente. Se le acercó. ¿Qué, hijo de puta, duele verdad? Pues
te voy a dejar vivo bastante rato, todo lo que pueda entretener a la policía
con el cuento de que quiero negociar alguna gilipollez así te mueres lentamente
y yo me quedaré con unas imágenes guardadas deliciosas y muy potentes que me
acompañarán cada uno de los días de mi vida, podré poner en un marco en mi
despacho en Bahamas, a donde tarde o temprano me iré, y así recordar que en el
día de hoy alcancé mi grado superior de excelencia. ¿Nunca hiciste ningún curso
de excelencia? ¿No? Pues tendrías que haberlo hecho, uno de caminar sobre el
fuego y de comer vidrio porque así podrías estar ahora más digno a la hora de
morir y no preguntarías mamonadas aprendidas en las malas películas. ¿Qué
quiere señor Cassen? ¡Imbécil! ¡Nada quiero, nada! En la posthistoria no se
quiere nada. ¿No leíste una novela postmoderna? No, ¿qué vas a leer tú, infeliz
proyecto de insecto? Tú debes leer revistas de economía que no entiendes y con
el pechito tieso así como ibas te debes ir follando a las vecinas y a las
amigas de tu hermanita ¿Verdad que acierto? Ves que eres un vulgar subhumano, un
puto proyecto de cacho de mierda, eso es lo que eres, y no chilles que te meto
otro balazo en el otro hombro, o en la polla, mejor, sí, en la polla, así le
damos qué pensar a los analistas de la prensa, cosas truculentas sobre mi
cerebro, o mejor sobre nuestra posible “relación”. ¡Come mierda! Eso es lo que
eres, un comemierda. Un subhumano comemierda con pretensiones de salirse del
planeta al final de la vida con tu plan de pensiones y con cara de yo sí que
fui muy listo. Pues, no, aquí, por un azar total, te ha tocado que un
terrorista líquido te joda la marrana, se te va a joder todo el plan. Ya sé que
no entiendes nada porque has sido creado por alguna gorda sebosa con el culo
gordo preocupada por su niño, ay mi niño, ay mi niño que lleva el lacito de la
corbata mal anudado, acomódate bien la corbatita, pajero, para que parezcas un
lindo cadáver. ¿Sabes qué te digo, gerentito de los huevos, que vas a ser
famoso durante quince minutos, pero cadáver. Yo miraré, el día de mi juicio,
del que me saldré, a tu mamá y con la misma indiferencia con que practico estos
fútiles insultos contigo, le diré, le pido perdón señora porque no puedo
olvidar el momento final en que me dijo “dígale si todavía tiene corazón, a mi
mamá, que la quiero mucho” Con una frases de estas quedarás muy bien, chaval. Y
creo incluso que la gorda culona de tu vieja pedirá mi absolución, dirá: “al
hombre se le nota arrepentimiento”. Ay qué penita. Y además le diré, dado que
nuestro sistema judicial basado en la culpa y la causa, cosas de las cuales tú,
cabeza de chorlito, no debes saber absolutamente nada, su hijo señora además de
mandarle este saludo me dijo que le dijera “mamá, no caigas en el odio, este
hombre tenía un plan de pensiones de 60 mil euros y yo mismo le hice una estafa
legal, no digo que este bien lo que está haciendo pero piensa en sus hijos,
mamá”.
¡¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!!
Lo que me voy a reir, pandilla de
subnormales. Ja ja ja
Bueno, ya llegó la poli, vamos a mostrarle
la reivindicación. Puerta bloqueada con barra de hierro, paquete sospechoso
instalado en medio del paso de la puerta, posiblemente explosivo. Dos empleados
muertos en el suelo, dos putillas y un gilipollas más dispersos por ahí
arrastrándose como lo han hecho durante toda su vida pero ahora con caca en el
trasero o sea que oliendo muy mal. Y un gerente de camisa blanca de 250 euros,
con el hombro izquierdo literalmente arrancado, con muy mal aspecto. Un
auténtico asco, pronóstico reservado, el terrorista despliega una pancarta de
papel escrita en catalán y en castellano, que un periodista no autorizado capta
con la cámara de video y logra extraer una instantánea. Ahí dice: “si entran
volamos todos, no lo hagan, saldré con las manos en alto si se portan bien.
Comando líquido Zigmunt Bauman”. El terrorista coge un bolígrafo y lo entierra
muy profundamente en la herida del gerente, mientras lo hace, piensa, esto es
saña y van a decir que son quince años más. Da igual, yo me defenderé por mi
cuenta y todo el juicio será la gran propaganda sobre la inutilidad de nuestra
era y la futilidad absoluta de le existencia de los empleados de banco. Lo que
más terror les dará será una oleada de atentados contra bancos. Ahí, ahí es
donde tengo mi pasaje a Bahamas bajo el sol, y seguramente será con la excusa
de que estoy totalmente pirado y así me voy para nunca volver.
En horas de esta mañana, el conocido filósofo
barcelonés, Bernaldo Cassen, famoso por su tratado sobre “La razón sometida a
inmersión”. Se presentó en la sucursal del banco Popular de las Ramblas armado
hasta los dientes y desplegó una pancarta reivindicativa de un supuesto comando
líquido Zygmunt Bauman y mató a… mató ¡¿a seis empleados?!
Este cóctel no logra montarlo ni el más
avezado de los periodistas. ¿Qué hizo qué? ¡Está loco!
¿Loco? ¡Loco un huevo, ve a mirarlo
declarando a las cámaras al salir del banco con las manos en alto, ese tío es
un vivo de los que no se tiene noticia a lo largo de toda la historia.
Pero, ¿cuál es el móvil?
¿Móvil? Eso
es una cascarria conceptual contra la cual parece haber ganado la batalla con
este gesto de aburrimiento total de matar a seis currantes.
Sí, así hablan esos desconsiderados
vulgares. El resentimiento democrático. Norman Brown.
¿Sabes una cosa, currante? Le dice Bernaldo
al gerente acercándole mucho la boca a la oreja para hablarle. Siempre tuve
ganas de darle una paliza a un tipo como tú. Te lo digo porque supongo que en
tu mundo y a esta hora se piensan cosas como llevarse un buen recuerdo al otro
plano, y etcéteras de esos; por eso te lo cuento, para que te lleves además una
explicación, de esas que les gusta tanto a los adultos masculinos alfabetizados
de las zonas urbanas. Ja.
Eres un asco y quizás no te lo hayan dicho
pero a pesar de tu crema after shave hueles mal, hueles a ente postindustrial
nacido y criado con una carencia total de vitamina E y F en tu dieta de mierda
que es lo que habrás comido toda tu vida, mierda enlatada, conservada,
edulcorada, estabilizada. Pues jódete, porque debido a esa carencia incluso
disfrutarás menos de tu propio dolor, la pobreza constituyente de tu cuerpo
cortará los circuitos que te abastecen de sensaciones, muy pronto. Pero no te
preocupes que antes te meteré el revolver este en la boca y te haré estallar la
cabeza de un tiro, y si no abres la boquita no te preocupes porque la bala
entrará igualmente rompiéndote toda tu maravillosa sonrisita. O quieres que te
lo meta mejor por el culo. Eso es más de barrio, como tú, a qué mete miedo ¿eh?
Me van a mandar para el otro lado de una follada metálica caliente, uau! ¡Qué
flipe tío! Como el entretenimiento de fin de semana con tu colección de juegos.
Eso te gusta más. Pues no, no te lo voy a meter por el culo, te voy a hacer
estallar los dientes. Eso es lo que yo quería desde pequeño, cuando los tíos
bobos como tú se llevaban mis novias. Oooooohhh una explicación, qué fuerte.
Bueno, qué ¿ya estas tranquilo con una explicación, mariquita de mierda? Pues
te vas a joder, toma, y le voló el cráneo en mil pedazos, cogió con la mano
muchos sesos (bueno, muchos, se dijo, no tenía) y portándolos como un platillo exquisito
partió en busca de los otros que andaban arrastrándose por ahí. Cuando los
encontró, les dijo para tranquilizarlos, no se preocupen chicos que ustedes se
van a salvar, con ustedes saldré a la calle como rehenes y los liberaré,
entonces ellos respiraron aliviados, pero sólo si antes se comen estos sesos.
Como dirían vuestros putos padres “Es lo que hay, ¿qué se va a hacer? Es lo que
hay, chaval!” Los dos chavales se iban a mirar entre ellos y con la chica, pero
él les advirtió, “el que consulta con otro, me demostrará que no posee recursos
decisorios propios, morirá primero. ¿Me oís?” No le oían, entonces le voló la
cabeza a uno y los otros dos de pronto despertaron. Sí, oían todo. La policía
afuera seguía sin actuar, parecía todo muy lento pero en realidad habían pasado
desde el primer muerto casi treinta minutos. Joder el tío se los va a cargar a
todos, estarían diciendo, y ¿por qué no entramos? Hay que esperar a los
artificieros. Los artificieros serán el fin; entonces el terrorista líquido
gritó “voy a salir”. Se acercó a los dos que comían sesos y le descerrajó un
balazo en la cabeza a cada uno. ¡Seis! Un número tántrico adecuado. Con el arma
en alto se dirigió a la puerta, la deposito en el suelo, y con un papel que
decía “Sigue el ejemplo mata un banquero”, salió a la calle para ser aplastado
literalmente por unos diez policías vestidos como robo cops que lo tundieron y
se lo llevaron a una furgoneta enorme y rectangular que parecía en sí misma una
caja de seguridad para guardar dentro hombres peligrosos y extraños.
Los terroristas
líquidos son así, no tienen reivindicación, posan un momento ante los
fotógrafos de las agencias y sonríen con un gesto incomprensible para los
habitantes urbanos domados con el objetivo de interpretar casi todo lo que sucede en clave de culebrón.
Los asesinos líquidos dejan en la epidermis
una sensación extraña, como de asesino on the rocks, frío, mucho frío.